miércoles, 8 de febrero de 2017

No somos desagradables por naturaleza

'Gracias'. ¡Suena tan bien esta palabra! Suena a música, a alegría. Es como 'nosotros', 'perdona' y 'no hay de qué'. Son palabras que nos dan buen rollo, que nos gustan. Nos encanta escucharlas. Estamos siempre deseando escuchar esas palmaditas que vienen a decirte qué bien lo has hecho. Es que te sube el ánimo.
Nos encanta que nos digan que trabajamos bien, que somos buenos amigos, parejas y amantes. Y ahí estamos siempre con las orejas abiertas, muy abiertas, esperando que alguien nos premie nuestro día a día.
Pero qué poquito suenan estas palabras. Últimamente me estoy centrando en escuchar los pequeños detalles que me rodean y no suenan a esta música. Nada más lejos de la realidad. He escuchado frases horribles que me hacen sentir vergüenza ajena. Una clienta, sin levantar la cabeza de su plato, dejando claro a la camarera que las patatas estaban frías. Un hombre quejándose en otro establecimiento de que no estaba encendida la estufa de la terraza y tenía mucho frío. Un joven en el supermercado exigiendo que abrieran otra caja porque no iba a estar toda la tarde para pagar sus yogures. Una peluquera, con cara de circunstancia, escuchando una reprimenda por un supuesto mal corte de pelo. En un taller de coches, una conversación entre mecánicos sobre un cliente que acababa de dejar claro que no volvería jamás. La madre de un conocido diciendo que el marido no colabora en casa y el marido de mi vecina quejándose de que la mujer no había bajado al perro. Y así, mis oídos han terminado llenos de mal humor hasta que mi hijo, con una herida en la cabeza, me dice que el médico que le atendió en el hospital era muy simpático. ¡Gracias hijo, por recordarme que no somos desagradables por naturaleza!