No me importa. No me importa que me lo cuentes otra vez. Dímelo. Me cuentas
que te peinabas con unas trenzas grandes. Me lo contaste ayer hasta grabarlo en
mi memoria. Me lo has contado hoy y ojalá me lo cuentes mañana. No me importa.
Yo me sorprendo, me sorprenderé. Abriré los ojos, te escucharé como si no me lo
hubieras contado nunca.
No me importa que derrames el café. Me gusta que me digas que te gusta el
olor a café. Por eso lo hago, para que sigas sintiendo que la vida tiene cosas
bonitas en cada etapa, hasta en la más dura.
Yo te ayudo, te ayudaré a buscar las llaves, aunque ya no abras ni cierres
la puerta nunca y seguiremos llamando a la peluquera, para que sigas viéndote
guapa. Seguiremos yendo de compras y dejaré que elijas lo que quieras. No me importa
que le digas guapa a la dependienta, no me importa, aunque algunas no te
devuelvan la sonrisa. Yo estaré ahí para recordarle que ella, si Dios quiere,
también llegará a la vejez y esperará una palabra amable.
Es tan fácil hacer feliz con pequeños gestos. Yo estaré para eso. Yo te
acompañaré en esta etapa, como tú has guiado siempre mi camino, con esos
consejos que me han llevado a ser solidaria.
Nunca te preguntaré si te acuerdas de alguien. No me importa. Eso no me
importa. No insistiré para que recuerdes nada. Viviremos este nuevo camino,
estos días nuevos, en el que volveremos a conocernos cada mañana. Eso no me
importa. El amor, el cariño, la paciencia toman pronto confianza, amistad.
Seremos amigas. Cada día seremos amigas.
Te prometo regalarte en cada despertar una sonrisa, una caricia, un gesto
de cariño. Lo prometo. No me importa. Te compraré una ventana muy grande, la
más grande. Una ventana que se llene de luz hasta en los días más nublados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario